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¿Por qué el estado NO es Fascista?

¿Por qué el estado NO es Fascista? ¿Por qué el Estado NO es fascista?

Ante todo, debo advertir que la publicación de esta reflexión no implica ninguna necesaria vinculación político-ideológica entre el lugar donde sea difundido y mi credo o tendencia en mis ideas.
No pienso hablar con tapujos: este texto es un alegato de defensa. No defenderé al Estado, ni como concepto, ni como ente, ni a ningún Estado actual existente; defenderé la diferencia entre Fascismo y Estado que, aunque lógica, hoy se hace imperativa, debido al muy bajo nivel de preparación política que ciertos colectivos tienen y desconocen.

La inspiración de estas palabras procede de la lectura de un libro de Tillian Becker llamado “Los hijos de Hitler”. Más que sugerente título para los ojos del curioso lector, que se acompaña, pero, de este aclaratorio a modo de subtítulo: “Historia de la banda terrorista Baader-Meinhof”. Si el autor denomina como hijos del famoso personaje a esta banda armada es porque los miembros de ésta decían que la generación alemana precedente era “la generación de Auswitz”. Tópicos izquierdoides de la época ( y no tan de la época ) que lejos de querer relanzar su Nación, si no como potencia nacionalista y socialista, al menos como potencia social-comunista, pregonaba la revolución marxista internacional. Son los años setenta, después del Mayo del 68, y se nota en todos los ambientes. Mientras en Italia la alternativa al Sistema que los fascistas estaban desarrollando ya marchaba a toda vela y estaba en condiciones de luchar de igual a igual con las fuerzas filosoviéticas, en Alemania, entre lamentos injertados con mentiras pro-sionistas y represión policial, el nacional-socialismo no encontraba el ritmo adecuado para crecer, y el ritmo para sobrevivir, a duras penas lo mantenía.

Volvamos al tema: el RAF ( Rote Armee Fraktion ), es decir, la banda Baader-Meinhof acusaba al Estado alemán de aquellos años de ser “fascista” ( bien, en una comparecencia en la televisión, admitieron que “no era fascista, pero se encaminaba al fascismo” ). Discurso que, a excepción de cuatro iluminados de la izquierda que de seguir así pasarán al combate Identitario si evolucionan lógicamente, se mantiene en las filas “revolucionarias”: la policía es fascista, los políticos también son fascistas, y por asociación, el Estado también lo es. Por lo visto se mantiene en pie una misiva que Iosif Stalin hizo promulgar mediante la III Internacional para evadir a los proletarios del mundo del Fascismo: todo aquello que no sea comunista era fascista ( y por aquel entonces comunismo quería decir la ideología del momento en la Unión Soviética ), y además de ello, tenía que ser capitalista. Con este alarde de habilidad demagógica que el padrecito Stalin nos tenía acostumbrados, se aseguró hasta hoy una “inecuación” que siguen gritando muchos jóvenes semidrogados de “Ché” en camiseta, aunque ellos aseguren detestar al dictador soviético por “no ser comunista” ( cierto: él era stalinista antes que nada ).

¿Que el Estado “se encamina al fascismo”? Al Fascismo no se llega como el que anda una escalera: el Fascismo aparece y estalla, tomando o no el poder. Sólo bajo la dirección de los hombres del Fascismo el Estado puede transformarse definitivamente en un Estado fascista, y no siempre esto se ha logrado, quedándose en un extraño híbrido entre el régimen liberal y el fascista ( siguiendo una estructura capitalista ).
Para que el Fascismo se forme, se necesitan ciertos ingredientes, que trasladados al campo material y práctico, en este caso al Estado, existieron siempre en todo Sistema. Me explico: toda sociedad, comunidad, estado y demás organizaciones políticas de la vida han conservado ciertos elementos que permitían a estas organizaciones pervivir cueste lo que cueste a lo largo de la Historia. Estos elementos pueden ser desde estructuras, hasta cuerpos organizados de personas o acciones.
Para todo buen demócrata que se precie, hoy una agresión, reprimir actos encaminados a la protesta contra el gobierno, ilegalizar grupos que se defienden como opositores al gobierno o al régimen, mantener una normativa definida y controlada en campos como la libre expresión, etc. es fascista. Patético. Todo Sistema debe hacer todo esto y más si pretende sobrevivir, porque el “hippismo” estatal no existe. Aplicar la palabra “fascista” como adjetivo a un ente o persona por el hecho de cometer cierta acción es totalmente incorrecto. Hablaríamos, pues, de el Fascismo como recurso, no como ideología y cosmovisión. El Fascismo, por sí solo, no es una acción violenta, ni una acción ilegal, porque entonces, el Fascismo es todo y vivimos en el Paraíso Fascista Mundial, toda una hazaña que ni Hitler aspiraba.

Cuando se asocia al capitalismo de la segunda posguerra una inclinación fascistizada en cuanto a diferenciación y alejamiento del comunismo se dice que el capitalismo se hizo fascista, o que al menos, lo era en muchos casos. Volvemos a lo mismo: el fascismo no es un recurso. El capitalismo aprehendió del fascismo que desde el Estado, aún mínimo, todo es controlable a base de garrote o adentrándose en la educación o la información en todas las esferas que llega a las masas ( comúnmente llamado totalitarismo ) y lo que es más importante: que el Sistema político se puede mantener gracias a la tarea del Estado, más que partiendo desde un principio de la inercia del individuo en su comportamiento. Es el Estado el que inyecta al individuo el germen de la reproducción de un Sistema total ( político, económico y de valores ), y el individuo lo reproduce el germen en sus actos y pensamientos, de manera que el Sistema ahorra tiempo y dinero desde su Estado en la búsqueda de la perpetuación de su existencia.

En el terreno ideológico, dejando el material, si a la derecha de los años veinte y treinta le interesaba más bien poco el fascismo, aún sólo como aliado manipulable y como “órgano de acción y de defensa”, hoy le interesa aún menos. Si consideramos que la derecha actual es sinónimo de liberalismo económico y capitalismo, y esto es el Sistema y sus democracias, aún vemos más claro el rechazo. El Sistema democrático ofrece, tras una cortina de humo con bocanadas de pretendidas libertades, tolerancia y buenrrollismo, una áspera realidad que ahoga toda disidencia con un sistema legal “que nace del pueblo” y que este pueblo apenas se atreve a discutir alguna vez, porque ya le está bien o por mera comodidad ( la filosofía del mínimo esfuerzo, vagancia absoluta ).

Por otro lado, el fascismo teórico está lejos en su Weltanschauung de las democracias del Sistema, aunque haya mantenido muchos de sus defectos. Quién cree que el Sistema encuentra en el auténtico fascismo un amigo con el que machacar a la “Revolución Proletaria” o de los pueblos se equivoca ( abstengo de esta frase a los engendros “fascistas” que los servicios secretos occidentales han ido creando ). Es más probable que el Sistema prefiera, en sus ansias de globalización total, buscar un aliado globalizante, a la sazón internacionalista, dejando de lado las diferencias técnicas. Hoy el Sistema cree y puede dominar ( y lo hace ) la llamada disidencia de la izquierda, aislando al fascismo, el cuál hoy por hoy es sólo una amenaza latente, y al ritmo que va no podrá llegar a tiempo en el momento del cataclismo para realizar su ansiada revolución. Le puede pasar lo mismo que a la izquierda: o se desembaraza de sus espías, o sea recicla también dispuesto para el siglo XXI, o bien morirá.

El reduccionismo letal en el que caen las fuerzas “antisistema” de confinar al Fascismo en las cuatro paredes ( violencia, derechismo, capitalismo, imperialismo ) es el veneno que pudrirá a las fuerzas de la izquierda que ven fascistas hasta en su sopa y las va a esterilizar definitivamente para la lucha política. El Sistema, el Estado Capitalista, habrá absorbido su eventual vitalidad; esto, ya próximo sino ya completo, coloca a la futura ( o presente ) evolución de todas aquellas ideas sociales, nacionalistas y revolucionarias del fascismo y sus variantes en la única avanzadilla contra la inmoralidad y la decadencia galopante que el Sistema lanza a los pueblos de todo el Mundo. Tampoco esta disidencia debe caer en el reduccionismo: si bien todos sus enemigos parten de la misma corrompida raíz, desde el Poder actual, todos ellos son distintos y con características diferentes y así deben ser combatidos y definidos, sin meterlos en el mismo saco ni menospreciarlos. Sólo combatirlos hasta derrotarlos.

Jordi – Me ne frego!

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